CADILLAC FLEETWOOD BROUGHAM 1986 SEÑOR CARRAZO

Vestigio de la época donde el precio lo determinaba el tamaño del auto.
Cada auto antiguo conserva una historia y este Cadillac Fleetwood Brougham de 1986 tiene la suya, pues su actual propietario lo compró pues era idéntico al auto que tenía su padre cuando él era adolescente. El propietario original cuidó este vehículo con mucho esmero y lo usó poco, por lo que tiene 19,800 millas originales y se conserva como el día que salió del distribuidor.
En el momento del lanzamiento de este modelo en 1977, era el auto más grande que se fabricaba en Estados Unidos, uno de los más lujosos, aunque no uno de los más caros del mercado de autos de lujo, pues esta versión se vendió por 23,215 dólares, pero se le añadieron 2,016 dólares en extras, con lo que el precio final fue de 25,231 dólares. Nueve años más tarde, Cadillac presentaría toda una gama de modelos con tracción delantera y con carrocería unibody, por lo que el ejemplar que hoy les mostramos es de la última generación de Cadillac tradicional, es decir con chasis independiente, motor V8, transmisión automática y tracción trasera.
El diseño de la carrocería se lo debemos a Bill Mitchell, que usó un estilo muy tradicional de los años 70, con lineas muy rectas. El chasis tenía la mayor distancia entre ejes de todos los que se fabricaban en ese momento, por lo que incluso en 1986 se le consideraba un auto enorme.
Debido a que fue diseñado a mediados de los 70, las defensas seguían siendo de acero cromado, con unos amortiguadores internos para deformación en impactos a baja velocidad.
Un detalle que se perdió a partir de mediados de los 80, fue el techo de vinil, que en el caso del Brougham cubre todo el techo.
Para 1986 el tradicional sedán grande de Cadillac utilizaba un V8 de origen Oldsmobile con 5.0 litros de cilindrada unido a una transmisión automática de 4 velocidades. A pesar de su cilindrada brinda unos modestos 140 HP y un torque de 332 Nm. Eran años de fuertes restricciones en emisiones de escape y los sistemas de inyección eran muy sofisticados como para ponérselo a un auto para un cliente ultra conservador, por lo que este auto usa un carburador de 4 entradas.
El interior se consideraba como lo máximo entre los autos de lujo, con tapicería en terciopelo y un asiento frontal con capacidad para tres personas, que desde el modelo básico tenía ajustes eléctricos para el conductor y el acompañante.
Detalles que hoy son comunes, eran el epitome del lujo en esos años, como ventanas y retrovisores eléctricos, cierre central, control de velocidad crucero, aire acondicionado y un radio AM / FM con antena eléctrica. Algo que tampoco era común, era tener un sistema de iluminación que se activaba al abrir las puertas o viseras con iluminación para los dos ocupantes frontales.
Al ser un auto grande, presumía de mucho espacio interior, pero de acuerdo a los cánones actuales, no hay tanto espacio como podríamos suponer.
El baúl, venía completamente alfombrado y con una llanta de repuesto del tipo temporal. Algo muy peculiar para esa época era el cierre hidráulico del baúl.
Otra importante novedad era que el timón podía ajustarse tanto en altura como en profundidad y eso permitía ver siempre el cuadro de instrumentos, que no era a base de relojes, sino con un estilo ya pasado de moda, en forma rectangular.
Su manejo es lo que en esos años era lo común en los autos grandes americanos, muy enfocados al confort y a un andar silencioso. Eran autos diseñados para una velocidad habitual de 55 millas por hora, por lo que no se complicaban mucho en ofrecer precisión o prestaciones y aunque no es un auto lento, dista mucho de las reacciones actuales de un auto de lujo.
La suspensión es independiente adelante, pero mediante un eje rígido trasero que mantenía poco balanceo gracias a una barra estabilizadora de buen tamaño. Esta combinación permite una marcha muy suave y gracias a gran cantidad de aislante no se escuchan ruidos. Funciona realmente bien en calles y carreteras en buen estado, pero cuando cae en un hueco, se siente y si es profundo escucharemos quejas de la misma suspensión, que no cuenta con mucho recorrido.
Este Cadillac estrenaba un sistema de suspensión que se nivelaba electrónicamente, que permite mantener el nivel del auto cuando va cargado ya sea con más pasajeros o con equipaje. Era una novedad en ese momento y aun son pocos los autos que tienen un sistema como este.
El timón es muy suave y a pesar de que anunciaban su power steering variable como lo último en tecnología, el timón se siente muy desconectado de lo que pasa en las ruedas.
Los frenos tampoco eran ninguna maravilla; aun para su época, discos delanteros y tambores traseros no eran lo que uno esperaba encontrar en un auto de lujo y menos en uno tan pesado como este.
Es un auto que representa el fin de una era, el último de una generación y por eso las ventas solo alcanzaron para superar las 41,000 unidades en 1986. Sin embargo, manejarlo es una experiencia placentera, es volver a una época donde Cadillac era sinónimo de opulencia y gran lujo. Detalles como un tablero todo en madera ya era cosa del pasado, pero una marca tan tradicional como Cadillac aun se apegaba a ello. Un auto de prestigio, con manejo pausado y confortable, una vuelta a un recuerdo ya pasado, como el que motivó la compra de este auto.