OLDSMOBILE CUTLASS F85 1964. UN VIAJE A LA INFANCIA

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Uno de los recuerdos de mi infancia eran los viajes por carretera con mis padres y hermanas. Carreteras sinuosas, donde afloraba el complejo de Fangio de mi padre, aunque el auto a duras penas iba a 60 km/h, mientras adentro el viento entraba a raudales por las ventanas y mi espalda quedaba pegada al asiento por el sudor.

Hace poco tuve la oportunidad de disfrutar nuevamente de esos recuerdos a bordo de un Oldsmobile Cutlass de 1964, que al igual que muchos autos de esos años no tenía aire acondicionado.

Todo se dio, con una llamada telefónica de su propietario, sobre si quería acompañarlo a Volcán junto con un grupo de autos antiguos. No había terminado de colgar cuando ya estaba haciendo maletas y al día siguiente, temprano, arrancábamos el viaje, que en la ida hasta tierras altas haríamos en solitario pues los demás decidían madrugar y nosotros consideramos que un buen sueño sería mejor recompensa.

En 1961, Ed Cole, gerente general de Chevrolet, convenció a sus jefes de General Motors, de que todas las divisiones debían compartir costos de desarrollo, en otras palabras a partir de ese año, Buick, Pontiac, y Oldsmobile, empezarían a compartir, paulatinamente, motores, chasis y mucha tecnología, lo que les permitiría dejar de competir entre si a un alto costo, para acabar con Ford y las marcas del grupo Chrysler, que eran la verdadera competencia.

Tardarían unos años en lograr esa sinergia que buscaba Cole, pues Buick y Oldsmobile tenían un motor V8 de aluminio, que no tendrían ni Pontiac ni Chevrolet.

Ya en 1964, General Motors presentaba un nuevo chasis intermedio de 115 pulgadas, que compartirían todas las marcas, con lo que Oldsmobile tenía un modelo que compartía mucha tecnología con sus primos de GM, incluyendo un chasis independiente de la carrocería. El modelo se llamaba Cutlass y su carrocería se encargó a Fisher, un reconocido carrocero. Para el motor se recurría a los ingenieros Burrell, Ball y Gill que desarrollaron un motor de 330 pulgadas cúbicas, con el nombre comercial Jetfire, que desarrollaba entre 210 y 245 HP, dependiendo de la compresión.

La transmisión era una automática de dos velocidades que la marca mercadeaba como Jetaway, con la palanca en el piso. El F85 tenía una consola que separaba los dos asientos frontales (el Cutlass tenía una banca y la palanca en la caña del timón), sobre esa consola iba colocado un curioso tacómetro.

El Cutlass era un auto para gente joven, con tres niveles de equipamiento, el básico o Cutlass a secas, el F85 y el 4-4-2, estos dos se ofrecían como coupé de dos puertas, coupé hardtop y convertible. Sorpresivamente, las versiones de 4 puertas del Cutlass se vendieron menos que las de dos puertas. En total Oldsmobile vendió 156,490 Cutlass en el 64, de las cuales las ventas del F85 convertible fueron de 12,822, entre las que estaba el auto con el que hicimos el viaje. Todo un récord de ventas en esa época, al punto de que el Cutlass fue el modelo más vendido en Estados Unidos en 1964.

Su manejo es el típico de esa era, aunque con una serie de ventajas, que pocos tenían, ya que el F85 Oldsmobile ofrecía, asistencia hidráulica en el timón y frenos de poder. La suspensión frontal era a base de dos brazos en forma de “A”, mientras atrás un eje rígido era sostenido por muelles y amortiguadores. Una combinación común en esos años, entre los autos americanos.

Los frenos eran de tambor en las cuatro ruedas, eso sí con un diámetro de 9.5 pulgadas, por lo que frenaba mejor que la mayoría de sus competidores, aunque a costa de que se bloqueaban con más facilidad en una frenada de emergencia, como pudimos comprobar cuando nos tocó esquivar a un perro indeciso.

Mientras se rueda por el asfalto de la Interamericana, la marcha es suave, pero cuando el piso cambia por el de hormigón, se sienten todas las juntas y el Cutlass se vuelve saltarín y ruidoso.

La dirección es por sinfín y el timón grande y suave, con lo que hay que mover bastante el timón, para que el auto empiece a girar, algo característico de los autos americanos de esos años.

A pesar de que es un convertible, el sol durante todo el viaje, estuvo descargando con fuerza sus rayos, por lo que preferimos la protección de la capota de lona, que funciona manualmente. Ya entre Concepción y Volcán una rara lluvia, nos permitió ver la estanqueidad del techo y la poca velocidad de los limpiaparabrisas, que comparados con los actuales tienen un tamaño mínimo.

Un viaje en un auto de 58 años, es una experiencia totalmente diferente a hacerlo en un auto actual, en el Cutlass a pesar de ser un auto muy equipado en su época, no hay ni ventanas, ni cierre central eléctricos, mucho menos un equipo de sonido, aunque si un radio AM, que a veces capta alguna emisora. Es un viaje pausado, que permite apreciar paisajes y detalles como olores que en un auto actual pasan desapercibidos, un viaje en el tiempo, con toda la aventura que representaba hace algo más de cinco lustros ir de Panamá a Chiriquí.